martes, 22 de noviembre de 2011

Un juguete incendario: el corazón desnudo de un hombre*

“Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia”, dijo Roberto Artl (Buenos Aires 1900-1942) cuando las primeras críticas a El juguete rabioso lo acusaban de cometer errores gramaticales y estilísticos. Es cierto, hay frases extrañas, uso de guiones más raros aún, pero nada de eso estropea la genial aventura que es la vida de Silvio, un joven que termina siendo hombre y quien experimenta el hartazgo de una vida llena de fracasos, mas todos se da otra oportunidad. Silvio es un adolescente que quiere ser ladrón: algo de ese deseo le viene de las novelas de bandidos que leía gracias a un viejo, pero también algo se debe a que sueña con “doncellas” que caerán rendidas ante él cuando se enteren que es un ladrón. Por eso, junto con Lucio y Enrique planean el gran robo: a la biblioteca de una escuela (¡!), donde descubrirá al poeta Charles Baudelaire: “Leí en voz alta: Yo te adoro al igual que la boveda nocturna, / ¡oh vaso de tristeza, ¿oh blanca taciturna! ‘Eleanora’, pensé. ‘Eleanora’ [la novia que lo ha dejado]. Y vamos a los asaltos, vamos, / como frente a un cadáver, un coro de gitanos. –Che, ¿sabes que esto es hermosísimo? Me lo llevo a casa”, dice en medio del asalto, mientras sus cómplices se llevan bombillas o libros de química y álgebra. Sin embargo, su carrera de ladrón se verá frustrada cuando su madre lo obligue a trabajar, pues si bien él abandonó la escuela, al menos deben procurar que su hermana sí asista. Claro, el joven Silvio, quien prefiere quedarse a leer en su habitación, ha de tomar a mal dicha petición: “¿Trabajar, trabajar de qué? […] Hablaba estremecido de coraje; rencor a sus palabras tercas, odio a la indiferencia del mundo, a la miseria acosadora de todos los días, y al mismo tiempo una pena innominable: La certeza de la propia inutilidad”. Así que en su vida fantasiosa, decide hacer ayudante de una librería de viejo (¡!), donde incluso tendrá que cargar la canasta del mandado y lavar baños inmundos: “¡Y yo era el que había soñado en ser un bandido grande como Rocambole y un poeta genial como Baudelaire!”. De esta forma, este personaje irónico, entra al ejército y después lo echan; se vuelve vendedor de papel y sufre las largas caminatas en donde se confiesa que lo único que desea es ser reconocido por los demás, pero cómo ha de hacerlo si a cada apuesta siempre pierde. Todo eso redundará en su última decisión, que es casi la declaración del asqueado hombre de principios del siglo XX (tal vez de todo el siglo): “Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo que sé… de destrozar para siempre la vida de un hombre… y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos”. Novela que aborda al hombre citadino, quien vive atormentado pero diario renace, El juguete rabioso es un libro lleno de sarcasmo, de verdades, incluso de poesía (“No era yo, sino el dios que estaba dentro de mí, un dios hecho con pedazos de montaña, de bosques, de cielo y de recuerdo”). Es también un libro que no tiene la asepsia de otros, pero sin duda cuenta con el coraje y el ánimo que engatusan al lector de sus páginas. Arlt, Roberto (2008), El juguete rabioso, México, Axial, 144 páginas. *Publicado en Adefesio.com

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