lunes, 7 de noviembre de 2011

Sobre e-books*



Hace 15 años un profesor nos habló de un “papel electrónico” que estaban desarrollando en el MIT. Nos dijo, según recuerdo, que era como una hoja, pero de plástico, en la que se podrían almacenar libros, revistas y periódicos; tendría una ranura que se conectaría a Internet y así se podría descargar toda la información del día. Me acuerdo que los alumnos supusimos que de ser cierto, esa tecnología llegaría muchos años después y sólo sería útil para ejecutivos de finanzas que desearan conocer los altibajos de sus acciones. Claro, era mediados de los noventa y nadie sospechaba cómo Internet cambiaría nuestra vida.

En ese momento Internet era un servicio muy caro y las páginas web eran pantallas con fondo negro en donde se podía encontrar información tecleando comandos muy similares, si no es que basados, en el programa MS-DOS.

Cuando nos hablaron de un dispositivo como el “papel electrónico”, lo que visualizamos fue un periódico, una revista o un libro con el mismo formato que el impreso sólo que en otra plataforma. Hoy, en cambio, pensar en un e-book permite abrir todas las posibilidades que hasta hace años se conocían como metaliterarias. Me explico. Ahora hay libros impresos que incluyen un soundtrack para escuchar al mismo tiempo que se lee un pasaje especial de la narración, incluso parte de esta prehistoria podríamos hallarla en el libro Generación X, de Douglas Coupland que incluía al margen breves anotaciones sobre términos relacionados al relato y algunas imágenes que ilustraban el punto al que se refería un personaje. Digamos, que exploraba visualmente las antiquísimas notas al pie de página. Con el tiempo, estos libros que primero incluían imágenes y ahora sonidos, fueron reemplazados por sitios web literarios en los que era posible escuchar cierto tema musical al mismo tiempo que si pasábamos el cursor sobre una palabra aparecía la definición de la misma o una imagen. Así, los recursos electrónicos permitieron que el texto literario como tal abandonara lo plano del libro impreso y se resignificara por medio de expresiones ajenas, aunque complementarias, a las letras. Quizá estos recursos sean el verdadero antecedente del actual e-book y no los libros escaneados en la Biblioteca Gutenberg.

Hoy, hablar de e-books no es sólo tratar el tema de los dispositivos en los que se pueden visualizar, sino que nos permite pensar en opciones multimedia que ensanchan los contenidos de un libro. En nuestros días es posible leer en un dispositivo electrónico y hacer anotaciones, subrayados, pero también saber qué hay detrás de un texto: la explicación del autor sobre cierto pasaje, el origen de una palabra, el significado de la misma. Además, algunos libros electrónicos tienen la posibilidad de interactuar con los lectores del mismo texto, la llamada lectura social que propicia el debate y el diálogo entre lectores, algo similar a jugar Play Station con un competidor que está del otro lado del mundo. Es decir, el libro, con estas novedades empieza a visualizarse como un objeto de entretenimiento que debe ofrecer más opciones al lector y no sólo las palabras, que si bien son la base de este “artefacto”, también pueden complementarse con otros recursos. Sin embargo, pareciera que todo esto lo saben sólo unos cuantos y que el autor del texto sigue pensando en editar libros únicamente en papel.

Hace unos meses me enteré del caso de una joven de 27 años llamada Amanda Hocking. Autora de tres trilogías, esta muchacha comenzó a vender sus textos en Amazon a un precio que rondaba entre los 99 centavos y los tres dólares. Hasta el momento en que daba cuenta la nota informativa, la joven había comercializado más de un millón de ejemplares, vendiendo incluso más de 100 mil copias cada mes. Supuse, entonces, que todos los libros los había vendido en un dólar. De esta forma, el millón de ejemplares le había reportado alrededor de 12 millones de pesos. ¿Qué autor mexicano, de 27 años, no, de cualquier edad, ha vendido un millón de ejemplares y ha ganado 12 millones de pesos en un año? Que yo sepa, ninguno. Claro, a esa cantidad habría que descontarle el porcentaje que Amazon cobra y en dado caso, el de la editorial que la hubiera editado. Pensé catastróficamente: de esos 12 millones de pesos, al menos 6 millones eran completamente suyos, pues las editoriales web que pude consultar se quedaban cuando mucho con el 50 por ciento de las ganancias netas, y ese porcentaje ya incluía la mercadotecnia en web, la conversión de los textos a formato digital, así como el pago a Amazon.

Entonces, ¿no convendría publicar en formato electrónico? Los primeros comentarios a los que me enfrenté es que en México no se lee en papel y mucho menos en formato electrónico, además que muy pocas editoriales y librerías tenían disponibles libros en este formato y por eso el mercado no es propicio para hacer un “negocio” como éste.

Entonces, qué había que hacer: ¿quedarse publicando en impreso, a la zaga, a la espera de que en un futuro el libro electrónico nos alcance? Si bien es cierto que en México se lee poco y, según reportan los periódicos, muy pocas personas utilizan dispositivos de lectura, la invasión de smartphones hace viable la publicación digital. Sin embargo, como toda innovación, los e-books levantan sospechas más por desconocimiento que por una causa real.

Así como se menosprecia la autopublicación por sospecharse de una falta de calidad en dicho material (aún se cree que sólo las editoriales avalan un texto), la edición de un #e-book plantea la posibilidad de que el autor se esté autopublicando. Esto se debe a que así como hay muchos autores que acuden con un impresor para publicar su obra, hay otros tantos que acuden a empresas dedicadas a publicar libros electrónicos a cambio de un porcentaje de las ventas (tal como hacen las editoriales tradicionales), sólo que invirtiendo muy pocos recursos (los cuales, algunas veces, son proporcionados por el autor).

Por otra parte, están las editoriales “tradicionales” que empiezan a incursionar en el libro electrónico, pero al ser sus comienzos siguen con la idea de que un e-book es únicamente la versión digital de un texto, sin apostar por incluir herramientas u opciones en dichos libros que permitan crear un libro realmente digital.

Si bien es cierto que muchos de los libros ya escritos deben ser digitalizados, pues esto permitirá el acceso a ellos en cualquier parte del mundo y hará posible tener en nuestro dispositivo de lectura libros hoy agotados, también es verdad que el libro electrónico plantea un reto para el autor, quien ahora deberá escribir para estos formatos y pensar en un libro más allá del texto; es decir, ahora deberá ser un autor electrónico: tal y como los guionistas de televisión deben pensar en los diálogos y en las imágenes, ahora los autores deberán pensar en los recursos tecnológicos que pueden aportar a un lector que ya no se “conforma” con seguir su lectura de principio a fin, sino que debido a sus hábitos de consumo, si en su lectura aparece el nombre de una canción es posible que acuda a Internet para buscar la historia del grupo musical e incluso, para escucharla o comprarla. Es decir, este nuevo tipo de lectura radial posibilita que una novela esté acompañada por esos agregados que antes incluían las ediciones comentadas de los libros y que expandían la llamada lectura lineal o profunda del texto.

Pensemos en Rayuela, de Cortázar, una novela ya escrita y que hoy podría resignificarse gracias al e-book. ¿Qué podría incluir este hipotético libro? Un mapa de París que pueda visualizarse cada que La Maga u Oliveria recorran una calle, que crucen un puente; el capítulo 7 podría acompañarse con la narración del autor que está disponible en infinidad de sitios web. Además, puede incluir la biografía del autor junto con algunos videos o documentales que aborden su vida y obra. Es decir, además de la Rayuela que hoy conocemos, este e-book nos permitiría escuchar al autor, convivir con él y con los otros lectores; nos dejaría, además, ir más allá del texto y profundizar en él (¿acaso no estaría bien que las frases en francés incluyeran su traducción al español y el lenguaje porteño de Traveler pudiera incluir los sinónimos en el español mexicano?).

Habrá quien prefiera los libros en papel y otros en digital, pero el objetivo final es que los lectores se acerquen a los libros de acuerdo a los hábitos de consumo o de lectura que posean. Los libros, como base, tienen un texto literario y habrá quien prefiera leerlo de una forma tradicional, impresa, pero los nuevos lectores podrán también acercarse a él gracias a los e-books.

Es decir, si antes se consideraba que la lectura era un diálogo del lector con el libro, ahora este diálogo puede convertirse en tertulia con otros lectores, el autor mismo y el libro y sus anexos.

El e-book no sólo consiste en incluir tecnología en un libro, sino en saber qué hacer con esa tecnología para convertir al libro en un producto no sólo cultural, sino de consumo para los nuevos tipos de lectores, al mismo tiempo que toma en cuenta a los lectores tradicionales. De ahí que sea tan importante cambiar nuestros hábitos de consumo; es decir, darle una nueva oportunidad a estas plataformas de lectura que no compiten con el tradicional libro impreso, sino que sólo expanden la oferta de libros generando, a su vez, nuevos lectores.

*Publicado en Librosampleados

No hay comentarios:

Publicar un comentario