martes, 21 de febrero de 2012

Entrevista con Alejandro Toledo*


En la literatura mexicana es poco el contacto entre el reseñista o crítico literario con el autor de una obra. Sus caminos se cruzan gracias a cierto libro editado y si la reseña es favorable pueden llegar a ser grandes amigos. Por el contrario, si la crítica es adversa, el autor irá por la vida con un rencor que le carcome cada uno de sus comentarios respecto de ese crítico.
En esta entrevista, Alejandro Toledo, tras leer la reseña de Rogelio Pineda sobre el libro Mejor matar al caballo, lo reta a ponerse los guantes. Un hecho poco usual en la literatura mexicana (sobre todo considerando que el reto no se da en una cantina y al calor de algunos jaiboles):
Acá toda la historia...
* Publicada en Librosampleados

El desconcierto que invade la realidad*


En América Latina se tiene una gran tradición de literatura fantástica, desde Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, en Argentina, hasta Francisco Tario y Amparo Dávila, en México. Sin embargo, esta rama literaria tiene su origen en la literatura anglófona de hace un par de siglos, donde el terror, el misterio y lo inexplicable se hacían presentes en la cotidianidad de los personajes e invadían su mundo hasta provocarles más que ligeros estremecimientos.

Así, “lo fantástico” se basa en que un hecho extraño, cuya procedencia se desconoce, aterriza en la vida de un hombre y la altera logrando, la mayoría de las veces, consecuencias funestas para el protagonista. Todo esto sin que el lector ni el personaje tengan claro qué ha pasado ni se explique el fenómeno fantástico.

Relatos fantásticos, de Iván Turguéniev (Rusia, 1818-Francia, 1883), sin embargo, es una serie de nueve cuentos en donde al final se explica el origen real de lo fantástico y se atribuye el hecho a sueños, a influjos mentales o a bromas de alguno de los personajes. A pesar de ello, los cuentos no dejan de asombrar y provocan que el lector esté al borde de la página anhelando conocer el desenlace.

En “El sueño”, por ejemplo, un hombre sueña con otro a quien le atribuye ser su verdadero padre. Al despertar y deambular por la ciudad se encuentra con el hombre soñado y le hace plática para despejar las dudas que dormido tuvo. Entonces el supuesto padre comienza a cuestionarlo sobre detalles en específico y cuando ha conseguido la curiosidad del joven, desaparece. A partir de ese instante, la vida del protagonista y de su madre han de cambiar por la reaparición del hombre que un día se aprovechó de ella, le engendró un hijo y le robó un anillo que da fe del hecho. Si el hombre misterioso es un fantasma, un espectro o un muerto, es algo que deberán averiguar los protagonistas.

Por su parte, en “El relato del padre Alexéi” se muestra a un viejo apesadumbrado que cuenta la historia de su hijo: el joven un día comenzó a ver una sombra quien lo impulsaba hacia lo malvado. Por ello, abandonó estudios y regresó a la casa paterna con un carácter hosco y meditabundo. Y cuando parecía que había encontrado la felicidad gracias a una mujer, todo se vino abajo debido a esta sombra demoniaca, quien ni siquiera lo abandonó tras ir en peregrinación y rezar por su bienestar.

O en “La canción del amor triunfante (MDXLII)”, donde se narra la vida de una pareja de amigos que se enamoran de la misma mujer. Tras disputarse su amor, uno se casa con ella y el otro se va del país hasta que su impulso amoroso lo abandone. Sin embargo, tras haber recorrido Oriente y otras exuberantes tierras, un día vuelve y se instala en casa del matrimonio. Ahí, a través de hechizos logra entrar a la habitación nupcial y tomar por la fuerza (y en sueños) a la mujer aún amada. Todo esto, de la mano de un ayudante mudo que más que ayuda de cámara es un brujo enamorado de la vida de su “amo”.

En “Toc, toc, toc (un estudio)”, quizá el cuento más ruso del volumen (por su ambiente y el talante reflexivo de los personajes), el lector asiste a un engaño que desencadena la locura en un militar: un amigo finge dormir y empieza a tocar en un muro hasta que el militar piensa que algo o alguien lo llama. Al salir a averiguar descubre que una voz lo nombra y lo atribuye al fantasma de una mujer a quien le prometió amor y no le cumplió.

Así, Relatos fantásticos es un excelente libro cuyo mayor defecto es el título, pues para un latinoamericano resultará incomprensible que en un cuento fantástico se explique que lo anormal no es sino un equívoco o una alucinación que tiene una razón de ser. Sin embargo, la maestría de Turguéniev queda demostrada en la mayoría de estos relatos que deslumbran por su imaginación y por la forma en que adentran al lector en la psicología de los personajes. Es decir, si el volumen simplemente se llamara Relatos, no tendría ningún pero.

Turguéniev, Iván (2010), Relatos fantásticos, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 404 páginas.

Publicado en Adefesio.com

El grito de un hombre, de Ximena Ruiz Rabasa*


El grito de un hombre es un libro cuyas referencias históricas son precisas y no requieren identificarlas para gozar los textos. Es, además, un libro que muestra a una autora que está en busca de una voz particular, pero que en estos ejercicios narrativos demuestra que va por muy buen camino.
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La verdad sobre mis amigos imaginarios, de Adriana Azucena Rodríguez*


La verdad sobre mis amigos imaginarios es una poción que deberá elegir a sus lectores. Para algunos podrá parecer amarga; para otros, dulce; pero para ninguno será indiferente. En gran medida, esto se debe a lo dispar de las temáticas y calidad de los textos.
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miércoles, 8 de febrero de 2012

Entrevista con Iván Ríos Gascón*


(...) En tu novela Luz estéril, así como en este libro, la música tiene una fuerte presencia, ¿cuál es tu relación con la música y por qué te gusta ponerle un sountrack a tus escritos? ¿Es premeditado esto?
Toda historia merece un soundtrack. De hecho, todo el mundo lleva en la memoria una sicofonía que mirifica o ensombrece un instante de su vida. ¿No te has dado cuenta que una canción te recuerda algo o a alguien? ¿Que cierta copla o percusión te remite a un recuerdo que, en ocasiones, permanecía oculto y vuelves sobre un episodio grato o doloroso? Bueno, la música es parte esencial de la memoria. Como un olor o una palabra, todos traemos una banda sonora bajo el brazo. ¿Recuerdas aquel spot de Luis Gerardo Salas en la primera etapa de Rock101?… “El soundtrack de la película de nuestras vidas”
Incluir música en mis textos no es premeditado. Sólo es algo que sucede pues cuando la vocecita interior me susurra lo que hay que escribir, generalmente viene con un ruido de fondo. (...)
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Morir más de una vez, de Álvaro Uribe*



Scherezada relata cuentos y retrasa el final para no morir. En “Un milagro secreto”, de Borges, el instante en que el pelotón fusila a un hombre, el tiempo se detiene y el futuro muerto puede terminar de escribir su obra magna. En Morir más de una vez, de Álvaro Uribe, ocurren las dos cosas o quizá ninguna: tres amigos viajan en auto por una carretera de Francia. De pronto uno de ellos se sienta al volante y empieza a acelerar sin medir las consecuencias. Todo va bien (la emoción, la adrenalina) hasta que al salir de un columpio de la carretera se atraviesa un tractor, chocan con él y mueren. O tal vez no. Entonces ‘Manuel Artigas’, quien es ‘Yo’, pero también es un autor que ha escrito algunos libros bajo el seudónimo de ‘Álvaro Uribe’, comienza a relatarnos que pasó con esos tres amigos en Francia, de no haber ocurrido el accidente automovilístico, antes de que él regresara a México y le detectaran cáncer y lo operaran (exitosamente) y se sometiera a una serie de quimioterapias que le haría descubrir el peso de la enfermedad (de la cercanía con la muerte) y se pusiera a escribir Morir más de una vez.(...)
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El recuerdo como forma de conocimiento*


Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) afirma en El cuerpo en que nací: “Se dice que el giro tan conservador que dio la generación a la que pertenezco se debe en gran medida a la aparición del sida, yo estoy segura de que nuestra actitud es en buena parte una reacción a la forma tan experimental en que nuestros padres encararon la vida adulta”. Es así, como a partir de los recuerdos, la personaje de esta novela (sospechosamente parecida a la autora) escribe una biografía en la que va acordándose de su infancia y adolescencia, pero sobre todo en la que se permite irse conociendo a través de su pasado.

La protagonista tiene un lunar blanco sobre la córnea del ojo derecho y esta particularidad (que algunos nombran defecto) la hará sentirse parte de un mundo de excluidos que por eso mismo se creen diferentes al resto. Sin embargo, las memorias de esta mujer se convierten en un retrato de la generación de los setenta que creció con padres muy liberales (quienes habían vivido los excesos de la década de los sesenta; quienes pretendían deshacerse de tabúes; quienes creían en comunas hippies, en las escuelas montessori, y quienes consiguieron que sus hijos comenzarán a apropiarse de todo el mundo moral y reaccionario que sus padres quisieron eliminar).

El cuerpo en que nací es un bello recuento, sazonado por la experiencia propia y con anécdotas tal vez inventadas por la protagonista, pero por eso mismo cargado de una nostalgia gozosa. De esta forma, esta narradora va desde el momento en que observa a los padres de una de amiga teniendo relaciones sexuales sin inmutarse, hasta el instante en que los propios se divorcian y la madre se va a Francia a realizar estudios y a tener un novio, mientras el papá es encarcelado. Todo ello en medio de comunas hippies, experiencias con drogas, vivencias al lado de una enérgica abuela y el deseo de convertirse en escritora.

Esta mujer que de pronto se descubre atractiva para los hombres, que va a la cárcel a convivir con el padre, que viaja como escritora a diversos países, que recuerda a una niña vecina que ante la locura de su alrededor una noche decidió inmolarse, llega al psicólogo y le relata su vida. Pero más allá de estar en la tumbona imaginaria, escribe sobre su vida como exorcismo y se sincera ante el hermano, quien se ha enterado que piensa escribir del pasado en común: “Por primera vez en un año y medio me senté a escribir con gusto en la computadora decidida a convertir en realidad esa ‘famosa novela’. Voy a terminarla aunque me lleven a juicio o lo que sea. Será un relato sencillo y corto. No contaré nada en lo que no crea”.

Y sí, entrega el más logrado de los libros de Guadalupe Nettel. Una presunta biografía que nos hace saber de su falsedad, de que no es una biografía, en un dato nimio: la protagonista va a la penitenciaría de Santa Martha “Catitla”. De este modo, el lector debe aceptar que por más bello que sea el relato, que por mucho que la protagonista se asemeje a Nettel, El cuerpo en que nací es una novela que se cuelga de la realidad para embellecerla por medio de las palabras.

Nettel, Guadalupe (2011), El cuerpo en que nací, México, Anagrama/Colofón, 200 páginas.

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Cuentos de atar, de Paco Pacheco*



(...) Pacheco entrega un libro de cuentos que exige la complicidad del lector, así como la ligereza para no considerar esta metaliteratura algo digno sólo de especialistas. Hay, también un afán lúdico que busca compartir la burla de todos quienes participan en el proceso de leer: lector, autor, narrador, personajes. Es además, un cuentario vanguardista que ya presagiaba lo que durante estos primeros años del siglo XXI habría de innovar cierta narrativa joven mexicana.
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La Fábrica del Lenguaje, S. A., de Pablo Raphael*



(...) La Fábrica del Lenguaje, S. A., tiene por supuesto un olor a amiguismo (de qué otra forma se podría abarcar un panorama tan amplio), pero esto no impide que el análisis realizado por Raphael despeje algunas dudas de por qué la generación de los setenta está en este momento buscando definirse: lo hace porque al no haber crecido con un referente (ideología, símbolo, ídolo) hoy necesita encontrarse antes de asumirse madura. Si es cierto que el hombre pasa por tres grandes cambios (el sexual, el ideológico y el religioso), algunos de estos escritores están a punto de llegar a su conversión religiosa y con ello podrán escribir las obras representativas de su generación. Así, la sentencia que Pablo Raphael da a las novelas bien podrían definir a La Fábrica del Lenguaje, S. A.: “Las novelas no pontifican, saben hacer preguntas y son una prueba de la observación intuitiva hecha drama histórico”. A los escritores nacidos hace 40 años les toca ahora empezar a brindar sus respuestas. De mientras, Raphael ha abierto un camino por donde avanzar.
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* Publicado en Librosampleados