miércoles, 8 de febrero de 2012

El recuerdo como forma de conocimiento*


Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) afirma en El cuerpo en que nací: “Se dice que el giro tan conservador que dio la generación a la que pertenezco se debe en gran medida a la aparición del sida, yo estoy segura de que nuestra actitud es en buena parte una reacción a la forma tan experimental en que nuestros padres encararon la vida adulta”. Es así, como a partir de los recuerdos, la personaje de esta novela (sospechosamente parecida a la autora) escribe una biografía en la que va acordándose de su infancia y adolescencia, pero sobre todo en la que se permite irse conociendo a través de su pasado.

La protagonista tiene un lunar blanco sobre la córnea del ojo derecho y esta particularidad (que algunos nombran defecto) la hará sentirse parte de un mundo de excluidos que por eso mismo se creen diferentes al resto. Sin embargo, las memorias de esta mujer se convierten en un retrato de la generación de los setenta que creció con padres muy liberales (quienes habían vivido los excesos de la década de los sesenta; quienes pretendían deshacerse de tabúes; quienes creían en comunas hippies, en las escuelas montessori, y quienes consiguieron que sus hijos comenzarán a apropiarse de todo el mundo moral y reaccionario que sus padres quisieron eliminar).

El cuerpo en que nací es un bello recuento, sazonado por la experiencia propia y con anécdotas tal vez inventadas por la protagonista, pero por eso mismo cargado de una nostalgia gozosa. De esta forma, esta narradora va desde el momento en que observa a los padres de una de amiga teniendo relaciones sexuales sin inmutarse, hasta el instante en que los propios se divorcian y la madre se va a Francia a realizar estudios y a tener un novio, mientras el papá es encarcelado. Todo ello en medio de comunas hippies, experiencias con drogas, vivencias al lado de una enérgica abuela y el deseo de convertirse en escritora.

Esta mujer que de pronto se descubre atractiva para los hombres, que va a la cárcel a convivir con el padre, que viaja como escritora a diversos países, que recuerda a una niña vecina que ante la locura de su alrededor una noche decidió inmolarse, llega al psicólogo y le relata su vida. Pero más allá de estar en la tumbona imaginaria, escribe sobre su vida como exorcismo y se sincera ante el hermano, quien se ha enterado que piensa escribir del pasado en común: “Por primera vez en un año y medio me senté a escribir con gusto en la computadora decidida a convertir en realidad esa ‘famosa novela’. Voy a terminarla aunque me lleven a juicio o lo que sea. Será un relato sencillo y corto. No contaré nada en lo que no crea”.

Y sí, entrega el más logrado de los libros de Guadalupe Nettel. Una presunta biografía que nos hace saber de su falsedad, de que no es una biografía, en un dato nimio: la protagonista va a la penitenciaría de Santa Martha “Catitla”. De este modo, el lector debe aceptar que por más bello que sea el relato, que por mucho que la protagonista se asemeje a Nettel, El cuerpo en que nací es una novela que se cuelga de la realidad para embellecerla por medio de las palabras.

Nettel, Guadalupe (2011), El cuerpo en que nací, México, Anagrama/Colofón, 200 páginas.

* Publicado en Adefesio.com

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