viernes, 20 de abril de 2012
Ted Hughes, el poeta que quiso recuperar la intimidad de sus propios sentimientos*
Edward James (Ted) Hughes (Mytholmroyd, 1930-Londres, 1998) nació en los mismos páramos que la legendaria Emily Brönte, autora de Cumbres borrascosas. Debido a su rebeldía y a la mitología alrededor de él, su vida y sus mujeres, lo llegaron a apodar el Heathcliff de la poesía, en honor al personaje de dicha novela. Sin embargo, más allá de esto, Ted Hughes se hizo famoso por sus poemarios que se convertían en best sellers al salir al mercado, mismos que le valieron ser nombrado Poeta Laureado en su país.
La poesía de Hughes (su vida incluso), además, está marcada por su relación con la poeta Sylvia Plath, su primera esposa. Asimismo, el suicidio de ésta, así como el de su hijo provocaron que los poemas de este autor se analizaran desde un punto de vista morboso, tratando de hallar en ellos las causas de estas muertes. A pesar del escarnio que los críticos hicieron de él, Ted Hughes pocas veces contestó a estos ataques, y las pocas ocasiones que lo hizo fue para defender a Plath, a quien han tachado de neurótica y loca. Quizá por ello decidió publicar el poemario Cartas de cumpleaños, una larga relación de hechos de su vida al lado de Plath: desde el momento cuando la conoció hasta el día de su muerte y las posteriores visitas fantasmales que le hizo al poeta.
Esta situación, que ha dejado de lado el valor de la poesía de Hughes, ocasionó que incluso su hija, Frieda Hughes, poeta y pintora, escribiera unos versos desgarradores respecto a la relación de sus padres y la posterior saña de los críticos: “Mientras sus madres descansan en sus tumbas / recortadas con verdes guijarros y flores / en un bote de mermelada, [ellos] desenterraron a la mía […] // Al salir del horno ya la habían destripado, pelado y aderezado. // La llamaban suya”.
Aunado a esto, la obra de Hughes ha sido poco traducida al español, por lo que El azor en el páramo es una valiosa recolección de parte de su poesía, que muestra el por qué es un autor de éxito en Inglaterra y también por qué se le sigue estudiando, editando y leyendo.
El azor en el páramo recoge 68 poemas que abarcan la obra de Hughes, mismos que dan una idea de los intereses (religiosos, místicos) del autor. Asimismo, permiten conocer a un hombre cuyo único deseo, según dijo en una entrevista, era recuperar la intimidad de sus propios sentimientos y conclusiones sobre Plath para evitar que los contaminaran: “Cada obra de arte surge de una herida que hay en el alma del artista […] Cuando una persona recibe una herida, su sistema inmunitario entra en acción y se produce el proceso de autocuración, mental y físico […] Hay artistas que se concentran en la expresión del daño, la sangre, los huesos, la explosión del dolor, para levantar y sacudir al lector. Y hay otros que apenas mencionan las circunstancias de la herida; lo que les preocupa es la curación”, dice en el espléndido estudio introductorio.
Ahora bien, los poemas dan cuenta de un punto de vista reflexivo y que es capaz de hallar la maravilla en la cosa más común. Por ejemplo, al visitar un zoológico y ver al jaguar en su jaula, apunta el poeta: “Gira junto a los barrotes, aunque no hay jaula que pueda con él / Como no hay celda que aprese al visionario: / Su zancada es el páramo de la libertad: / El mundo rueda bajo el largo impulso de su talón / Que allega los horizontes al suelo de su jaula”. Así, el poeta consigue que lo exterior del mundo se expanda al interior de la jaula, debido a que el jaguar es una especie de Dios que resulta la medida de las cosas. Por decirlo de otra forma, no es el mundo quien alberga al animal, sino que éste existe gracias que en cada paso el jaguar lo recrea.
Esta idea, además, es recurrente en la cosmovisión de los animales según Hughes, pues cuando pasa revista al azor, el ave se convierte en Dios al enunciar la realidad: “¡Qué bien me vienen estos árboles altos! / La fluidez del aire y el rayo del sol / Son una ventaja para mí; / Y la tierra alza su rostro para que yo lo escrute. // Mis garras se aferran a la corteza áspera. / Hizo falta toda la Creación para producir / Cada una de mis patas, cada una de mis plumas: / Ahora apreso la Creación entre mis garras […] El sol está detrás de mí. / Nada cambió desde que empecé. / Mi mirada no permite ningún cambio. / Y voy a mantener las cosas tal y como están”.
Es decir, Hughes nos muestra un mundo en donde el hombre es un elemento más, pero no el principal; un sitio donde el punto de vista es lo que otorga la grandeza a cada una de las cosas existentes: “El mar grita con su voz sin sentido / Tratando por igual a sus vivos y a sus muertos, / Hastiado probablemente de la apariencia del cielo / Tras millones de noches sin poder / Conciliar el sueño, realizar su propósito, autoengañarse”.
Aunado a estas temáticas, El azor en el páramo también da cuenta de la influencia que Sylvia Plath tuvo en Hughes, quien en cada poema donde escribe sobre ella muestra el inmenso amor que le tuvo y hace un balance (tal vez demasiado objetivo) de lo que fue su matrimonio: “Eras como una fanática religiosa / Pero sin dios –incapaz de rezar. / Querías ser escritora. / ¿Querías escribir? ¿Qué había en tu interior / Que necesitase contar una historia? / La historia que precisa ser contada / Es el Dios del escritor, el que emergiendo del sueño / Te pide de un modo inaudible: ‘Escribe’. / Escribir, ¿qué?”.
Así, esta recopilación es una obra que muestra a un autor que debiera ser más leído, no sólo por sus descubrimientos estéticos y lingüísticos, por sus temáticas y por el aura de misterio que lo rodean, sino por el encumbramiento de los animales, los objetos, las cosas que permiten vislumbrar el mundo, el universo, desde una perspectiva inusual que hacen sino más hermosa nuestra realidad, sí más estrujante. El resultado haría feliz a Plath, quien en uno de los poemas se le aparece ya muerta a Ted Hughes y según él le pide: “Y me hablaste –apremiante, sobrecogedora como una voz familiar / Surgida del tumulto de un río, cercana, urgente, / Rotunda: ‘Ésta es la última vez. La última. Así que ahora / No me falles’”, y Ted Hughes no le falló.
Hughes, Ted (2010), El azor en el páramo, Traducción, introducción y notas de Xoán Abeleira, Madrid, Bartleby Editores, 428 páginas.
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