martes, 6 de diciembre de 2011

El ocaso de la “Generación de la fiesta”*

Los treintañeros clasemedieros de hoy no vivieron la guerra, ni las ideologías, ni el hambre. Saben de ello porque sus padres les contaron sus experiencias en las marchas, en las guerrillas, en los movimientos culturales. Los treintañeros clasemedieros de hoy, a falta de algo mejor en qué creer, durante la década de los noventa vivieron la fiesta, se reventaron en discotecas, se metieron drogas (legales e ilegales) y buscaron el caos como una forma de subsistir. Crearon, también, nuevos mundos de escape. Pero de pronto el cuerpo, la realidad, les dijo algo importante: “Es ya en la tercera década de la existencia cuando el auténtico impulso vital empieza a disminuir, y la persona para quien a los treinta existen tantas cosas valiosas y llenas de significado como diez años antes posee sin duda un alma simple”, tal como escribiera Francis Scott Fitzgerald. José Mariano Leyva (Cuernavaca, 1975) sabe todo lo anterior (lo ha estudiado incluso en su libro El complejo Fitzgerald) y por eso en su novela Imbéciles Anónimos hace un retrato social de estos nuevos viejos que crearon su vida a partir del rechazo que sentían por todas las obsesiones de sus padres. Así, en este libro aparecen cinco personajes que delinean de forma general a la generación de los nacidos en los setenta: Sunny B., una mujer que creyendo que es feminista se olvida de ser mujer y la guerra contra el hombre la convierte en una batalla feroz contra su femineidad; Carlos, un escritor que ante el aburrimiento de su vida matrimonial un día encuentra el escape perfecto en una relación homosexual la cual no le pide comprometerse; Elías, un hombre que escapa de su realidad mediante las drogas, que inventa padecimientos para poder consumir cocaína; Marsé, un conquistador de mujeres mayores (casi ancianas) en quienes quiere hallar a la madre-amante, al mismo tiempo que dañar a este símbolo de su pasado, y José Mariano Leyva, el personaje, quien se ha ocultado del mundo a partir de que su familia (sus padres y dos hermanos) fueron asesinados. La historia empieza en una casa de Cuernavaca, propiedad de José Mariano Leyva, donde reúne a los otros cuatro personajes que están ansiosos por evadirse, una vez más, de la realidad. Elías, sin embargo, ocasiona que un judicial vaya a visitarlos e intente abusar sexualmente de Sunny B., al tiempo que se burla de los otros tres. Esto ocasiona que lo maten y a partir de entonces su vida cambie (eso quieren creer ellos). Es en ese momento cuando la novela toma otro cariz: la reflexión, en ocasiones exhaustiva, de esta generación que no está conforme con lo que es, pero que tampoco sabe hacia dónde ir. Por ejemplo, el personaje José Mariano Leyva se describe así: “Mi camisa tiene un estampado de líneas que no se decide entre hippie y yuppie, de aquellas épocas en las que las breves ideologías aún eran tomadas en serio”. Después confiesa: “Los padres de Leyva tenían propósitos más caros que coger, drogarse, mentir y prolongar remedos ideológicos. Ellos eran la ideología, cuando la ideología no estaba tan despreciada. Cuando la crítica no era masiva, aplastante y aún permitía creer”. Así, Imbéciles Anónimos es una descarnada crítica a estos treintañeros que aborrecen el pasado revolucionario, pero también aquel del México de la picardía, los albures y Mike Laure y La Sonora Santanera; a estos individuos que “son incapaces de sostener largas pláticas. Son aficionados de los diálogos rápidos y punzantes. Sus conversaciones son telegráficas”, de estos seres en contra de la generación de sus progenitores, pues “los pobres padres de Leyva tuvieron un mal final, cierto, pero sus hijos tuvieron un mal principio”. José Mariano Leyva, el autor, el narrador, hace un balance negativo de estos seres: Sunny B., Elías, Carlos, Marsé: “No los culpo. La contracultural cocaína, el militarismo homosexual, la batalla feminista, la huida de la pasión, son buenos espectros para calmar la conciencia. Para llenar la vida. Son la ideología del fin de siglo”. No conforme con eso, no salva a ninguna de sus creaciones, sino que se regodea en sus defectos. Dice Sunny B.: “Antes creía que la guerra de sexos era una eterna batalla. Pero en esa lucha sin cuartel, las mujeres comienzan a copiar el estilo de vida de los hombres. Y no hay peor sumisión que eso: ignorar las características que nos vuelven incomparables. Más de una amiga, por ejemplo, decidió no tener hijos. Esos diminutos ladrones, aseguraban, quitaban tiempo, dinero, energías. Su valentía fue robusta a los veinte, dubitativa a los treinta, abatida en el número cuarenta”. Por su parte, Carlos repite la frase hecha con tal de justificar su fracaso: “La pareja es una aspirina para sentir menos la soledad. La neurosis que significa vivir con otra persona te ocupa lo suficiente como para no tener energías y realizar otro tipo de tonterías. No es la salida, es un paliativo. Nada más”. Imbéciles Anónimos es la novela que apaga la luz después de la fiesta, es la resaca al siguiente día; es el espejo que refleja a los treintañeros después de la narrativa que insistió en hacerlos creer que todo iría mejor, que por el momento no tenían que pensar, sino de disfrutar; de las novelas que van de Breat Easton Ellis y Douglas Coupland, pasando por los mexicanos Iván Ríos Gascón y Tryno Maldonado, entre otros, hasta llegar a José Mariano Leyva, quien casi sepulta a la generación a la que pertenece: “Por eso nuestra generación va a hacer sólo eso: nada. Es demasiada estupidez, demasiada alienación, demasiado MTV, demasiados videojuegos, demasiada coca, demasiados anuncios vistos, demasiados resorts en la playa, demasiadas noticias en diarios que sólo son chismes políticos, demasiado vacío. No vamos a hacer nada”. La generación de la fiesta se divirtió en los noventa, tuvo la oportunidad de cambiar su rumbo en la primera década del dos mil, pero como su propuesta se centró en estar en contra de sus predecesores, terminó formando parte de estos Imbéciles Anónimos. Ahora, derrotada, deberá pasar la estafeta a los nacidos en los ochenta… Eso parece después de leer a Leyva. Leyva, José Mariano (2011), Imbéciles Anónimos, México, Random House Mondadori, 328 páginas. *Publicado en Adefesio.com

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