jueves, 15 de diciembre de 2011

El fantasma y el poeta, de Carmen Boullosa*


El cuento, en tanto una historia que tiene un inicio, un desarrollo y un final, que cuenta la anécdota de uno o varios personajes y que crea un microcosmos en el espacio-tiempo narrado, dejó su lugar al relato: hijo bastardo que se asemeja a una historia que puede tener o no fin, que es un pretexto para contar un hecho sin necesidad de llegar a “buen puerto”, sino con la única finalidad de crear una atmósfera o mostrar algunos pasajes interesantes dentro de la vida de un “relator” o un personaje.
El fantasma y el poeta, de Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954), es un libro de relatos que tienen como punto de encuentro Nueva York y que muestra la corriente literaria en donde el escritor (en este caso Boullosa) no debe ocultarse detrás de un personaje para contarnos un hecho, sino que puede asumirse como sí mismo y a partir de ahí manifestar sus fobias, pasiones y temas recurrentes. Así, cerca del final, el “relator”-personaje nos confiesa: “Si esto que está aquí escrito fuera un cuento, por el privilegio de la ficción yo hubiera tenido permiso de estar en dicho salón [al que acude un joven poeta]… Pero esto aquí escrito no necesita ser cuento, quedó armado con lo que le dio la realidad, las verdades y las mentiras de estos y aquellos, sin necesidad de que intervenga yo en el salón, ni la señorita de nariz desgraciada y pelo en pecho, ni nada más”.
Quizá por eso mismo, por ser la poeta Boullosa quien está detrás de la pluma, se regodea con juegos de palabras que en ocasiones surten efecto tras una relectura: “Repetía tres veces las rutinas de sus caminatas, escribía tres veces su nombre en una carta, requería en la mesa tres servilletas dobladas, tres copas y tres vasos, etcétresra”. Pero por eso mismo, porque el “relator”-personaje es demasiado real, en ocasiones resulta inverosímil lo que cuenta: datos que pueden ser resultado de investigaciones muy profundas o de un listado de cosas que debes saber antes de… incluidas en Selecciones del Reader’s Digest: “Jan Rodrigues fue el primer forastero que permaneció un verano completo en lo que es hoy la ciudad de Nueva York, podríamos decir que es el primer manhatannita porque él fue quien exportó la palabra manhattan de las lenguas nativas a las europeas y la usó para nombrar este lugar”.
Hay, sin embargo, dos relatos que al conjuntarlos nos permiten conocer sobre la estadía de Rubén Darío en Nueva York, así como de la ocasión cuando rechazó tres ofrecimientos para beber (algo muy inusual en él), así como la vez que provocó que el fantasma de Jan Rodrigues abandonara el islote donde vivía y lo llevó hasta una calle oscura donde, tras lanzarlo en forma de flatulencia, consiguió desorientarlo (con el benéfico resultado de que muchos años después Octavio Paz se topara con este fantasma y en una especie de borrachera, de viaje sensorial, recitara y creara en su mente los primeros versos de “Piedra de Sol”).
Asimismo, un relato sobre la misoginia en Pedro Páramo, regala al lector una frase que bien vale el libro (la historia se desarrolla en un bar y una joven intenta que el conquistador ebrio que tiene enfrente acepte que el libro de Rulfo es machista; el borracho, desesperado por la verborrea, piensa: “Pinche vieja … ya quisieras que te cogiera Pedro Páramo en un día de fiesta”).
En algunos momentos mordaz, en otros demasiado inocente o petulante, El fantasma y el poeta constituye una muestra de esa literatura que habla de libros, de escritores y de leyendas que, en apariencia, sólo les interesan a los grandes y profundos lectores.

Boullosa, Carmen. El fantasma y el poeta. Sexto Piso. 2007

* Publicado en Librosampleados

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