lunes, 23 de mayo de 2011

Vouyeristas tras las ventana*


De principio habrá de aceptarse que al acercarnos al diario o biografía de un personaje famoso buscamos saciar nuestro morbo: uno quiere enterarse de detalles íntimos, de posibles situaciones que tuvieron una relación directa con lo que hará o le sucederá después a ese personaje. Así, convertirnos en intrusos en las vidas ajenas puede dejarnos insatisfechos o con la necesidad de profundizar cada vez más, es decir, meternos hasta la cocina.

Hay quien dice que uno debe conocer a los escritores únicamente por su obra, pues al descubrirlos en su vida diaria podemos decepcionarnos. De ahí el doble riesgo que asume Javier Marías (Madrid, 1951) en Vidas escritas en donde realiza el perfil de 20 escritores.

Este libro es un compendio de biografías en el cual Marías se olvida de los datos duros (lugar y fecha de nacimiento, por ejemplo) de estos escritores y nos cuenta sus vidas como si fueran un chisme, como si aquellos de quienes platica hubieran sido sus amigos y no hiciera falta presentarlos de una manera formal. Por ejemplo, nos entera de que William Faulkner adoraba el silencio y que en su vida sólo fue al teatro cinco veces: en tres ocasiones a presenciar Hamlet, una El sueño de una noche de verano y una Ben-Hur.

También se mofa un poco de James Joyce y su egolatría por cuanto escribía. Además de sus fantasías sexuales y de su gran imaginación y capacidad de embeleso con sus cartas obscenas: “y en las que incluso hallaba momentánea felicidad, ya que al final de más de una confiesa haberse corrido (son sus palabras) mientras le escribía cochinadas” a quien sería su esposa, Nora Barnacle.

Así, en estas Vidas escritas nos podemos enterar que Henry James odió a Gustave Flaubert porque una vez que fue a visitarlo el autor francés lo recibió en bata: “para él Flaubert era ya un hombre que lo hacía todo en bata, y sus libros eran por consiguiente un fracaso, salvo Madame Bovary, que, concedía James, quizá fue escrito en chaleco”.

También descubrimos que a Thomas Mann le encantaba escribir en su diario sobre sus padecimientos y cómo el escritor de La montaña mágica podía ser muy escueto y escatológico: “ligeros dolores abdominales”, “pude hacer mis necesidades después del desayuno”. Y, por otra parte, que Óscar Wilde siempre combatió, tal vez inútilmente, a la obesidad y que la mano con que saludaba “era mullida como un cojín, o más bien fofa como plastilina gastada y algo grasienta, y uno tenía la impresión de haberse manchado después de estrechársela”.

Vidas escritas es un acercamiento irreverente a la vida de estos y otros escritores, que además de mostrárnoslos como hombres con virtudes y manías, nos impulsa a asomarnos a sus obras, pues detrás de cada perfil biográfico se esconden las palabras de un gran admirador: Javier Marías.

Marías, Javier (1992), Vidas escritas, Madrid, Siruela, 186 páginas.

*Publicado en Adefesio.com

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