lunes, 15 de marzo de 2010

Luis Pereira da Silva: el hombre que consigue engañarse para evitar remordimientos



Marina Ramalho tiene un cuerpo preciso para la tentación; es una mujer que se agacha a regar el jardín y provoca temblores en quien ve sus caderas insinuantes, los senos que le cuelgan detrás de una blusa que descubre en lugar de cubrir; unos ojos que hablan del pecado pero se esconden tras las aparentes buenas costumbres, los perfumes caros, las ropas de almacén. La cara fofa de Julián Tavares concuerda con su gordura, su sudar rancio que limpia con un pañuelo fino: es un hombre de abolengo que engatusa mujeres, las llena de regalos caros, las lleva al teatro y consigue sus favores en los rincones de las casas; después las manda a abortar a barrios lejanos de alguna ciudad brasileña de principios del siglo XX.
Luis Pereira da Silva, en cambio, es un hombre de treinta y cinco años que se mantiene de escribir en un periódico, fuma todo el día y le gusta discutir en las tabernas; se acuesta en una hamaca a leer libros en busca de inspiración para escribir la novela que lo saque del anonimato y por fin le dé la fortuna y el respeto de los que gozaba su abuelo Trajano Pereira de Aquino y Cavalcante y que su padre malbarató. Como él mismo dice: “Mi deseo era desvincularme de aquella gente; pasaba en silencio, sombrío, las manos en los bolsillos, el sombrero encasquetado, y me esforzaba por dedicarme a mis ocupaciones fatigosas: escribir elogios al gobierno, leer novelas y emitir una opinión sobre ellas. No hay tedio peor. Al principio, se lee por gusto. Pero cuando aquello se torna obligación y es necesario decir si la cosa es buena o no y el porqué, no hay libro que no sea un estropicio”.
A parte de todo, Luis Pereira da Silva es un moralista, se enamoró de Marina y a unas semanas de casarse vio en los ojos de Julián Tavares una lujuria tan grande al hablarle de cerca a su prometida (y ser correspondido por una sonrisa) que canceló el compromiso y vaga por las calles fumando, percibiendo cada detalle de su rededor y sufriendo una angustia tremenda, adjetivada: “Es lo que sé hacer, alinear adjetivos, dulces o amargos, de acuerdo con el pedido”.
Angustia es la novela de un hombre que en cada frase o acción nos descubre un mundo completo, la historia de un fracasado que, sin embargo, pareciera ser todos los hombres vivos, porque en cada adjetivo enunciado uno se descubre en Luis Pereira da Silva. Angustia, publicada por primera vez en 1936, es una obra donde Graciliano Ramos (1892-1953) explora una obsesión voyerista por los detalles, pero sobre todo por el deseo, la venganza y los celos; donde el lector siente vértigo a causa de las bajezas que comete Luis Pereira da Silva por odio: su único alimento desde que Marina lo engañó. Además, el lector siente compasión por este hombre que detesta a los antipáticos pero él, en sus deseos por acceder a la burguesía, es uno más: “Un hombre se quema las pestañas, sabe literatura, colabora en los diarios, ¿y esto no sirve para nada? ¿Vale más el que coge un carbón y ensucia la pared? Pues sí”.

Ramos, Graciliano (2008), Angustia, traducción de Cristina Peri Rossi, México, Páramo Ediciones-Conaculta-Fonca, 200 páginas.

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