lunes, 19 de septiembre de 2011
Un sentimiento llamado rencor*
Saña, de Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) podría ser un diario de viaje: por La India, Estados Unidos y México; pero también por las obsesiones de la autora: el poeta Rimbaud, el pintor Bacon, el músico Scarlatti. Podría ser lo que se conoce como blog, pues las reflexiones acompañan a las minificciones, a las ideas sueltas, a los sucesos que despiertan un interés cierto día en específico, pero decir que este libro podría ser lo anterior sería reducirlo a un mero aglomerado de anécdotas.
Saña es más bien un recuento de vida, no tanto porque hable de la autora, sino porque explora temas que han estado presentes en su obra: la mujer, la moda, la crónica diaria. Es un libro fragmentario, por su constitución, que al terminar de leerlo adquiere unidad: una idea que se construye alrededor del odio, del rencor, de la inhumanidad que es capaz de vivir en el hombre en diversos momentos: los campos de concentración, el Rimbaud traficante de armas, las carnicerías durante las monarquías, la vanidad en el arte y en la modernidad.
Un ejemplo de lo anterior (y del agrio humor de la autora) es el texto llamado “Cuestión de óptica”: “Desde la pica donde llevaban su cabeza guillotinada, la princesa de Lamballe gozaba de una vista privilegiada de la Bastilla”. ¿Risa, amargura, novedad, qué sentir tras leerlo?
Hay en estos textos, además, una continua exploración por los datos curiosos que dan sentido a algunos aspectos de los artistas antes mencionados, pero también a la visión que tenemos de asuntos tan importantes como el descubrimiento de América: “Muchos tipos de hombres fantásticos vivían en América, antes de la llegada de Colón. Por ejemplo los que en lugar de cara humana tenían cara de perro”.
Así, fijándose en características físicas, en apariencias, dándole importancia al contexto que rodea a los individuos, Glantz logra pequeñas historias que justo antes del punto final adquieren sentido. No en balde, se obsesiona por ver a través del microscopio para ofrecernos a seres que más allá del mito son figuras incluso grotescas. De Bacon, por ejemplo, cuenta: “Bacon, estricto traje oscuro, corbata a rayas, calcetines de rombos color gris antracita con blanco, los labios pintados de rojo carmesí. Quiero que mis cuadros tengan el mismo efecto inmediato que tiene un animal en los instantes posteriores a la casa, dijo en Rodesia, hoy Zimbabwe. Agrega: los policías son increíblemente sexy con sus pantalones cortos almidonados y sus polainas muy lustradas. En la pintura de Bacon hay tres fuerzas, una es invisible, aísla; la segunda deforma, se apodera de los cuerpos y la cabeza de la Figura. La tercera disipa, aplana, difumina”.
Saña es un libro de pequeños textos, pero también es una biografía de nuestro siglo XX, de las barbaries que se cometieron en nombre de la razón y de la ciencia, del poder y los fanatismos; es un libro que nos habla del pasado quizá para hacernos sentir que no estamos tan mal, que en otras épocas también el hombre se degradó hasta la mentira, hasta la sinrazón. Sin embargo, Saña nos deja la leve esperanza de que la única forma de enfrentarnos a esos peligros es viendo las cosas con ironía, con humor negro; reflexionando si nosotros mismos no vivimos con esa saña por dentro y estamos repitiendo de manera distinta los errores, las carnicerías (literal y metafóricamente), que definieron a los hombres que nos presidieron. Una luz, cegadora, se ve al final del libro.
Glantz, Margo (2007), Saña, México, Era, 240 páginas.
*Publicado en Adefesio.com
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