martes, 23 de agosto de 2011

Poemas de una escritora sabia para un lector triste*


Dicen por ahí que la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. Pero, ¿quién necesita la poesía?, ¿para qué se le necesita? Agorafobia, de Natalia Luna, tal vez nos respondería que se requiere de la poesía para vernos en eso que no somos, sufrir con eso que no nos pasa y, aun así, saber que el alma puede hallar su espejo en ciertas frases: “No habrá más víctima que yo / de mis recuerdos”.

Natalia Luna (Monterrey, 1989) logra con Agorafobia que el lector de su poesía sea a la vez el personaje principal. La dedicatoria antecede este juego: “A todos / en especial // y a ti / sobre todo”. Además, entrega versos que tienen una gran cualidad: son sinceros y por esto mismo logran profundizar en los sentimientos. En ocasiones lo consigue con la sencillez de las frases que evocan situaciones más allá de las palabras que las nombran: “Pasé el día escuchando mi nombre / ¿Dónde estás que me recuerdas tanto?”. Otras veces lo logran gracias a la interacción con quien lee y se refleja: “Larga en cuanto a letras. / A significado. / Una palabra larga: / Tú”.

Es su poesía un canto al erotismo, a ese encerrarse en sí mismo, con las obsesiones, con las tristezas, para salir fortalecido; es llegar a la profundidad para desde ahí ver la claridad que hay afuera, para ver atrás y disfrutar con esa melancolía: “Por qué si siento la frente aplastada no son tus manos vertiendo hormigas en / esta luz que se apaga por el aliento necio de la muerte involuntaria”.

Libro ilustrado por la misma autora, ejemplar que desde su disposición obliga a una lectura diferente, estos poemas nos recuerdan que como lectores podemos seguir una historia, pero también, al ser tocados por estos hechos, nos puede ir la vida en esos versos: “Te oigo escribir y se me va la sangre / me haces pensar que otra vez / vas a suicidarme”.

Entonces, este juego entre el lector, la poeta y el amado a quien escribe los versos se forma un triángulo amoroso en donde Natalia Luna nos susurra al oído que bastan las palabras para crear y destruir (un libro, una relación de pareja), pero que nada puede ser peor que sufrir con falsedades: “estoy harta de efectos especiales que disimulan mi tristeza / (mi tristeza idiota)”.

Se dijo: ir al fondo como único modo de encontrar la verdad, de salir avante, de suturar todas las heridas: “Ya va siendo hora de dejar a un lado tanto drama, abandonar la superficie para hundirse o elevarse hasta lo extremo”. Y sólo de esta manera salir victorioso gracias a las palabras y lo que éstas evocan: “Yo te quiero por tu significado desbordado”.

Agorafobia no como miedo a los espacios abiertos, sino como miedo a salir sin haberse sincerado con uno mismo. Agorafobia, poemario de esos que se necesitan para sobrellevar algunas tristezas gracias a las bellas palabras de esta poeta con la madurez de un viejo.

Luna, Natalia (2009), Agorafobia, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 60 páginas.

*Publicado en Adefesio.com

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