lunes, 10 de enero de 2011

La (des)esperanza en la vejez*



En Los ejércitos, de Evelio Rosero (Bogotá, 1958), ¿quién es el personaje principal? ¿Ismael, el viejo profesor retirado a quien le gusta espiar a su vecina desnuda? ¿Otilia, la esposa, quien ama más a sus peces y gatos que al anciano con quien plácidamente vive? ¿San José, el pueblo donde se ha convertido en fiesta la fecha en que desaparecieron a un hombre? ¿El ejército, la guerrilla, los paramilitares o los narcotraficantes, que acechan sin poder distinguir a enemigos de aliados?

Esta novela nos muestra a Ismael, un anciano que fantasea con mujeres a quien ya nunca podrá servirles de amante. Sin embargo, quizás este morbo se deba a que su a edad no le queda otro placer que convertirse en voyeur e imaginar, por ejemplo, el momento cuando dos niños se toquen la entrepierna y descubran la sensualidad. Lo patético es que los observados conocen la conducta de Ismael, pero por tratarse de un anciano, no le dan importancia.

Por otra parte está Otilia, quien no se cansa de reconvenir a Ismael, a quien ya trata más como un amigo que como a su esposo. Son dos viejos que se han acostumbrado a la compañía mutua y que de no ser por la hija que tienen (y quien hace mucho se marchó de San José), podrían ser sólo inquilinos compartiendo casa, cama y comidas. Lo curioso es que esta relación es un aparador de detalles que demuestran el amor que aún sienten el uno por el otro; pero también de conflictos nimios: “Empecé a desvestirme, hasta quedar en calzoncillos. Ella me miraba con atención”, dice en un momento Ismael sobre Otilia, “?Qué ?le dije?, ¿te gustan las ruinas?”.

Es una de estas peleas (¿berrinches?) la que desencadenará el caos. Todo comienza el día cuando en lugar de acompañar a Otilia a la casa de Marcos Saldarriaga (el primer desaparecido del pueblo), se va a tomar una cerveza, visita a algún amigo y se dedica a caminar por el pueblo. Curiosamente, al igual que Ismael, muchas personas han decidido ese año no ir con la esposa del desaparecido. Por la noche, al llegar a casa, Otilia lo “regaña” y esto ocasiona que a la mañana siguiente, muy temprano, Ismael salga a caminar. Por mala suerte, a él junto con otras personas los detiene un comando (¿de soldados, guerrilleros, narcos, paramilitares?) y aunque a él no lo “levantan”, provocan que cuando arriba a casa ya no encuentre a Otilia, quien ha salido a buscarlo. Ese día, además, San José se convierte en campo de batalla.

De esta manera, comienza una larga búsqueda, siguiendo el rastro de Otilia. Así, Ismael se enterará de la desaparición de muchas personas. “No son tiempos de llorar, Cristina”, le dice a quien acaba de perder (literalmente) a un pariente, “(…) hay que reunir fuerzas para encontrar a quien buscamos”. Y así va por el pueblo, hasta que se convence de que quien ahora ha desaparecido es Otilia: “La cabaña del maestro Claudino es el último sitio que me queda, el último sitio donde pudiste ir a buscarme, Otilia, yo mismo te dije que pensaba llevar al maestro una gallina de regalo, allá estás, allá te encontró la guerra, allá te encontraré yo, y para allá me voy, repitiéndolo con toda esa fuerza y terquedad como una luz en mitad de la niebla que los hombres llaman esperanza”.

Novela que celebra el erotismo como el triunfo de la vida y que, al mismo tiempo, nos lleva hasta lo más recóndito en la devastación de un hombre, Los ejércitos podría ser el reflejo de en lo que comienza a convertirse la realidad en muchas partes de nuestro país.

Rosero, Evelio (2007), Los ejércitos, México, Tusquets Editores, 205 páginas.

Publicado en Adefesio.com

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