domingo, 6 de marzo de 2011
Ver a los que están detrás de los protagonistas*
Leer las Historia falsas, de Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970), es acercarse a un sabio al que le gusta sonreír en las fiestas, burlarse un poco de los lectores, pero a la vez hacerlos partícipes del festín que se está dando: “En ella el amor no pasó como un ataque mongol: mentimos al inicio”. También es ponerse junto al autor del que afirmó José Saramago: “No tiene derecho a escribir tan bien a los treinta y cinco años, dan ganas de darle un puñetazo”.
Las Historias falsas tienen un sabor a Grecia, tal vez porque la mayoría de ellas se nutren del mundo helénico o de la filosofía de Platón y Sócrates. Son cuentos de esos personajes que nunca se ven: el hermano, el vecino, el conocido del protagonista de las historias que han llegado a nuestros días. Por ejemplo, se habla de un Romeo y una Julieta, pero no son esos que Shakespeare inmortalizó, sino que son un duque y una mujer bella: “Como sucede muchas veces, el poder se arrodillo frente a la belleza; como siempre, la belleza fingió resistir, pero inmediatamente se rindió”. Aquí hay muerte, pero no venenos, hay Romeos, pero no amor eterno.
En este libro de cuentos, Tavares nos habla de la mujer que se enamoró de Tales de Mileto y fue mal correspondida, pues Lianor “había trabajado desde siempre, y quien así lo hace no desarrolla filosofías ni disponibilidad para localizar el alma”; también nos cuenta de Listo Mercatore, quien habrá de cambiar su vida al conocer a Diógenes, el Cínico; y de Metón, El Pequeño, hermano de Empédocles.
Es pues, un libro que se desarrolla entre la fábula, la filosofía y las frases contundentes: “es en las pequeñas cosas en las que muchas veces se hacen visibles las futuras ruinas”, “los filósofos tienen lazos secretos con los dioses y los demonios”, “¿El nombre? ¿Qué importa? Todos los tiranos tienen el mismo nombre”, “La crueldad de las mujeres, tal como su compasión, es inalcanzable”.
Éste es un cuentario que tiene un aroma a plática con los abuelos, pues detrás de cada relato hay una anécdota, pero también una cuestión moral. Sin embargo, no pretenden aleccionarnos, sino que uno descubre, junto con los personajes, cómo es que la vida cambia por cada decisión que tomamos.
La Historias falsas, de Tavares, se permiten la libertad de distorsionar un poco el pasado con tal de comprender cómo los hombres, los personajes, llegan a ser. Son como una pintura que es bella no tanto por lo que vemos en ella, sino por lo que imaginamos que hay más allá de donde termina el cuadro. O de otra forma, son bellas por todo lo que nos dejan después de que hemos pasado del punto final.
Tavares, Gonçalo M. (2008), Historias falsas, Almadía, México, 80 páginas.
*Publicado en Adefesio.com
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