martes, 8 de mayo de 2012
¿Dónde andará Dulce Veiga?
¿Dónde andará Dulce Veiga?, de Caio Fernando Abreu (Santiago, Rio grande do Sul, 1948-Porto Alegre 1996), es una novela demoledora por las historias que cuenta y por el crecimiento de un personaje que de principio es gracioso pero termina siendo tragicómico. Es además, una historia que provoca que el lector se enamore de sus personajes (sobre todo de aquellos con más vicios) debido a su tono familiar, a la sinceridad con que se reflejan en estas páginas. Es, también, una muestra más de la literatura brasileña tan poco conocida en español y que recuerda por qué nombres como los de Joao Guimaraes Rosa o Clarice Lispector son considerados cumbres en la literatura. Caio Fernando Abreu bien podría estar al lado de estos maestros.
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El futuro NO es nuestro*
Una antología puede ser una reunión de textos o la selección de piezas destacadas. En literatura, las antologías buscan dar un panorama general de un autor o mostrar el trabajo de varios escritores. De principio, se supondría que los textos incluidos en estos ejemplares tendrían que ser los mejores de su obra. Sin embargo, este afán de reunión ha provocado que algunas de las antologías que hay en el mercado simplemente sean el conjunto de muchos autores sin importar la calidad. Además, el número de páginas que se brindan a cada escritor suele ser un factor en contra.
Por lo anterior, libros como El futuro NO es nuestro. Nueva narrativa latinoamericana, destacan sobre textos similares, pues su manufactura ha dejado de lado muchos de los defectos que una antología puede tener y parece dedicada a servir únicamente a los autores incluidos. Al respecto, dice Diego Trelles Paz, quien se encargó de la selección y el prólogo: “(ésta) se planteó como una antología hecha por escritores en busca de lectores y a la cual no le interesaba nada esa relación, a veces turbia, entre la literatura y la publicidad”.
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jueves, 3 de mayo de 2012
Turbulencia dos mil once. Narrativa Michoacana Actual, Alfredo Carrera (antologador)
Turbulencia dos mil once. Narrativa Michoacana Actual reúne a cuarenta escritores, pero a diferencia de Lenta turbulencia (Jus / Secretaría de Cultura de Michoacán, 2010) da una muy breve muestra de su obra. Además, llama la atención la similitud en el título, como si con ello quisiera identificarse una característica de la literatura de ese estado: un alboroto o perturbación que el lector no encontrará.
Destaca que en esta antología, los cuarenta congregados no necesariamente nacieron en Michoacán, sino que han escrito o desarrollado su obra ahí. Asimismo, los autores tienen marcadas diferencias de edad pues algunos nacieron en 1946 y los más jóvenes en 1994.
Sin embargo, esta disparidad no se ve reflejada en la calidad de los cuentos.
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El matrimonio es una larga enfermedad*
Los textos dramáticos son poco frecuentados. Uno va al teatro y observa la obra, pero casi nunca acude al texto que se recreó. Eso es normal y hasta lógico, sin embargo nos impide conocer obras que no están en cartelera y que tal vez nunca se repondrán. Por ejemplo, si hoy quisiéramos ver Romeo y Julieta, El jardín de los cerezos o Casa de muñecas, por hablar de tres obras clásicas, tal vez no las encontraríamos en cartelera y a consecuencia de esto tendríamos que acudir al libro. ¿Pero qué pasa con el teatro contemporáneo, que tras algunas semanas de funciones, no vuelve a reponerse? Desaparece por completo.
De ahí la importancia de colecciones como La centena, de editorial El milagro y Conaculta, pues nos acerca a textos dramáticos que serán difíciles de volver a representar. Un ejemplo de ello es Fiebre 107 grados, de Silvia Peláez (Cuernavaca, 1959), obra que fue estrenada por la Compañía Nacional de Teatro en 2006 y que fue traducida al inglés.
Fiebre 107 grados es una versión libre de la vida de Ted Hughes y Sylvia Plath, enfocada entre los años 1951 y 1963, cuando Plath se suicida. La obra muestra a un Ted Hughes frío, conciliador, amoroso (a veces) y enfocado en su trabajo: entonces tenía una gran actividad poética, además que era guionista de la BBC de Londres. En tanto, Sylvia es una mujer temperamental, celosa y una poeta que evalúa su obra a la sombra de lo que su esposo hace. De esta manera, cuando publica el célebre poemario El coloso se queja de que la crítica no sea tan amplia como con los libros de Hughes; cuando le publican La campana de cristal, lamenta hacerlo bajo un seudónimo, mientras Ted firma todas sus colaboraciones. Así, el lector asiste a una guerra que se desarrolla en este matrimonio que navega entre el amor, las dudas y la competencia.
Con un lenguaje poético, debido en gran parte al oficio de ambos personajes, la obra avanza con imágenes eficientes, como cuando Sylvia, al cumplir años, le pide a Ted que no le dé un regalo envuelto en celofán, pues éste material asfixia. A partir de esta imagen ha de crearse un juego en donde Sylvia se siente atrapada en su cotidianidad, en la que debe cuidar y amamantar a sus dos hijos, arreglar la casa y celar a Ted, mientras él tiene tiempo libre para escribir sin ser molestado, viajar a Londres y convertirse en amante de una de las mejores amigas de la pareja: Assia. “SYLVIA: Mira quién habla de protagonismo: héroe, mi héroe. ¿Quién te ayudó a transcribir tus poemas? Sylvia Plath. ¿Quién cría a tus hijos? Sylvia Plath. ¿Quién escribe en los ratos libres? Sylvia Plath. ¿Quién espera y espera por las noches al magnífico poeta Ted Hughes? Sylvia Plath”.
Debido a esta desesperación, Plath comienza a volverse loca y recae en intentos de suicidio, incluso en un momento, fuera de sí y con fiebre, rompe los poemas de Hughes como una forma de vengarse de él. Aquí, la autora, Silvia Peláez, ofrece indicaciones dramáticas que permiten al lector ubicar perfectamente cómo deben ser interpretados los personajes: “Ted va a la cocina. Regresa con una taza de té y una toalla húmeda que coloca sobre la frente de Sylvia. Ella bebe a sorbos. Ted recoge los restos de su trabajo destruido y los coloca sobre la mesa con cuidado, como si enterrara a un ser amado”.
Tal vez lo más fácil hubiera sido contar la versión de que Ted Hughes era un mujeriego, quien provocó el suicidio de Plath, como el mito general dicta. Sin embargo, la descripción de las manías de Plath y el no crear personajes sólo de dos tonos es lo que permite a Fiebre 107 grados ser un espléndido texto que acerca a la obra de estos poetas, más que a su vida. Muestra de esta objetividad autoral queda plasmada en parte del monólogo final de Ted Hughes, quien tras enterrar a Sylvia vuelve a casa con los poemas que Plath jamás vería publicados y resume: “Dejaste cartas hirientes, palabras demoledoras y el diario. Fue como si dijeras al mundo que yo era tu verdugo, y el mundo lo creyó. ¿Cómo saber que tu alma se debatía en tales tempestades? Ahora mi cuerpo se hunde en el cuento de hadas en un bosque donde los lobos aúllan. Dos huérfanos lloran junto al cadáver de su madre, aún tibio”.
Fiebre 107 grados es un texto dramático valioso más allá de que sus personajes hayan sido personas reales o de que contenga diálogos poéticos. Es una obra imprescindible porque nos muestra a una mujer, Sylvia Plath, quien se obsesionó con su padre muerto, con su madre dictadora; quien recibió electroshocks para salir de sus depresiones, quien se casó con un poeta famoso y quien escribió algunos de los poemas más desgarradores del siglo XX, pero que a pesar de ellos terminó siendo, tal como ella misma dice, “una sombra recortada en papel blanco”.
Peláez, Silvia (2006), Fiebre 107 grados, El milagro / Conaculta, México, 120 páginas.
* Publicado en Adefesio.com
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