lunes, 1 de febrero de 2010
"Qué diminuta aventura / para hacerse tan monumental en nuestro matrimonio"
Cartas de cumpleaños no es un libro de poemas, es una gran novela de terror. En ella, Ted Hughes (1930-1998) reconstruye su relación con un fantasma, Sylvia Plath, que vivió atormentada por otro fantasma, Otto Plath (“Tú no querías ser como Cristo. Aunque tu padre / era tu Dios y no hubo otro, tú no querías / ser como Cristo […]”). No en balde se dice que a los ocho años, cuando el padre de Sylvia murió, ella prometió que jamás le volvería a dirigir la palabra a Dios, en represalia por haberse llevado al fascista que “toda mujer adora”.
Cartas de cumpleaños son poemas que Hughes escribió a lo largo de más de 25 años, a partir del suicidio de Plath en 1963, en Londres. En ellos, el poeta narra desde el momento cuando conoció a Sylvia (ella era becaria de Fulbright), comparándola con un melocotón (“Era el primer melocotón fresco que probaba. / Me costó darme cuenta de cuán delicioso era. / A mis veinticinco años estaba anonadado otra vez / ante mi ignorancia de las cosas más sencillas.”), hasta los tormentosos días que pasaron juntos: en una casa que parecía encantada, con el miedo de procrear a su primera hija, con el fantasma de Otto Plath que siempre estuvo inmiscuido en sus vidas.
Pero sobre todo, Cartas de cumpleaños son una forma de revivir al fantasma, de mostrar al mundo, quizás a sí mismo, que Hughes fue más que el esposo infiel y saboteador de una buena poeta que los admiradores de Plath han construido; son la biografía de un hombre desesperado que añora a la mujer de quien se enamoró: “[…] Y me hice consciente del misterio de tus labios, / como de nada antes en mi vida, / de su espesor aborigen. Y de tu nariz, / ancha y apache, como de boxeador casi, /el anverso de Scorpio ante el águila semita / que convertía en enemiga cada cámara, / la carcelera de tu vanidad, la traidora / de tus Sueños Eróticos Sociedad Anónima, / nariz tipo hordas de Atila: una cara prototípica / que pudo haberme mirado a través del humo / de la hoguera de un campamento navajo. Y tus sienes pequeñas / en las que se aglomeraba la raíz de tu pelo, apocada / por aquel flequillo encantador y de moda. / Y tu barbilla, tu barbilla Piscis. / Nunca fue un rostro en sí. Nunca el mismo. / Fue como el rostro del mar, un escenario / para climas y corrientes, juegos del sol y la luna. / Nunca un rostro hasta aquella mañana final / cuando se tornó la cara de una niña –su cicatriz / como defecto de fábrica […]”.
En este poemario, Ted Hughes es el cazador y vigía cruel y sentimental que se lee en sus poemas de animales, sólo que el animal al que acosa no es otro que él mismo, visto a partir de la mujer que transformaría su vida: “[…] Vendrá la Fama. Especialmente para ti la Fama. / La Fama no puede evitarse. Y cuando llegue / la habrás pagado con tu felicidad, /con tu marido y con tu propia vida”.
Podría decirse, como establece Luis Antonio de Villena en el “Aviso del traductor”, que el lector que no conozca la obra de Plath o su biografía al lado de Hughes, “se tardaría en entrar en la médula –muy compleja- de unos poemas de fondo narrativo y autobiográfico”, pero la poesía de Hughes adquiere tal fuerza al ser honesta, que no es necesario conocer más que el poema que se está leyendo.
Cartas de cumpleaños es una novela de terror, una biografía compartida, un excelente poemario y el seguimiento del poeta laureado Ted Hughes, un escritor patético, como él dice, que se la pasa “[…] escondiéndose e / inventando […]” y escribiendo en su diario: “[…] observaciones / de las erratas de mi corazón […]”.
Hughes, Ted (1999), Cartas de cumpleaños, traducción de Luis Antonio de Villena, Barcelona, Lumen, 459 páginas.
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